Cráteres, extractivismos y paisajes capturados de Pachuca
TEXTO DE DAVID ORDAZ / GEOGRAFÍA NÓMADA
Uno: Gotas de agua sobre el cristal
Las cartografías son como el parabrisas de un coche lleno de gotas de agua. Cada gota es un pequeño acontecimiento que puede o no, conectarse con otros para formar un cuerpo más grande que con el peso se deslice sobre la superficie del cristal hasta llegar a otro punto, otra forma o quizás desaparecer. La cartografía entonces nos lleva al encuentro, a fluir en conjunto, nos lleva a pensar en el tiempo no lineal de Cronos sino un tiempo paradójico de Aión, marcado por la intensidad y la simultaneidad de la vida. Es, como dice el filósofo Félix Guattari, un paradigma ético, estético y político para llegar a nuevos territorios existenciales.
Este encuentro es resultado de una cadena de acontecimientos como aquellas gotas de agua que se juntan. Nos remonta a Monterrey en mayo del 2023, al Centro Cultural Plaza Fátima en San Pedro Garza. Era la tarde de un sábado, yo estaba en las instalaciones del Laboratorio Ciudadano de Nuevo León junto a la Macroplaza en el centro de la ciudad, esperando a que bajara la tarifa del Uber que rondaba por ahí de los quinientos pesos para recorrer un trayecto de no más de quince minutos. Cuando la tarifa bajó y pude llegar al encuentro llamado: Las islas también se desplazan. Diálogos situados sobre política, arte y territorio edición noreste que fue coordinado por Ariadna Ramonetti. Para cuando llegué, Atlas Materia Prima ya había presentado su libro, pero pude ver el documental Hércules de Abraham Ávila, que narra la vida en el fantasmal pueblo minero con el mismo nombre. Es un conglomerado habitacional del Grupo Acerero del Norte para trabajadores y sus familias, enclavado en la frontera entre Chihuahua y Coahuila.
Esa noche conocí a Erika Loana, cuando salían en grupo para tomar la camioneta que los llevaría de vuelta al hotel. Apresurado me presenté y me regaló uno de los ejemplares del libro. Luego le dije que haber cuándo hacíamos algo en Pachuca que, como dijo alguna vez el papá de Kevin Cuevas en la presentación del cartel del 101 Aniversario del Incendio de la Mina de El Bordo; es una de las mecas del extractivismo en México. Y como sabemos, durante su historia ha producido el 6% de la plata a nivel mundial.
No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que supe de Atlas Materia Prima. Lo que sí recuerdo es que desde la primera vez me capturaron las imágenes de sus incursiones a sitios mineros en distintos estados de la república visibilizando la devastación ecosistémica. Quizás las imágenes me cautivaron por ser algo que deseaba hacer desde hace tiempo pero no me atrevía o no sabía cómo hacerlo. En particular quedé fascinado por las fotos al interior del Cerro del Judío junto a la Universidad del fútbol aquí en Ticuautla.
El Cerro del Judío se llama así porque en tiempos coloniales el lugar era conocido como la “Estancia del Judío”. Su dueño fue Álvaro de Carrión quien de acuerdo con el libro Los judíos en la Nueva España de Alfonso Toro, viene enlistado en un registro masivo de sentencias contra 147 personas, fechadas el 16 y 17 de febrero de 1606. Carrión era el número 93 de aquellos sentenciados y se decía que era: “Natural de Cervera en Castilla. Hereje judaizante y reconciliado en el año 1601”. Decir “reconciliado” significaba que no le tocó pena de muerte sino que sus tierras fueron confiscadas y fue azotado en la Plaza de Santo Domingo a un lado de donde estaba el Palacio de la Inquisición en el centro de la Ciudad de México. En ese entonces no solamente a los indios, a los “naturales”, se les castigaba si se negaban a adoptar la fé católica. Los judíos (o marranos como les decían) debían convertirse al cristianismo y si algún espia de la Santa Inquisición los descubría fingiendo su devoción, eran vestidos con el sambito (un hábito blanco para distinguirlos), además de ser condenados a los azotes, a remar en las galeras, a los destierros perpetuos o a ser quemados vivos en las hogueras, como la que estaba en el extremo poniente de la Alameda central.
Dos: La cartografía postminera
Este encuentro es fruto de un proceso de reconexión de hace varios años con la geografía pachuqueña, a la que me gusta nombrar cartografía postminera, donde parecería que la minería se extinguió pero sigue existiendo. Tal reconexión inició un poco antes de los tiempos pandémicos, con la primera edición del programa Caminando Hidalgo de la Fundación Arturo Herrera Cabañas en el 2019, con la espontaneidad ciudadana del Colectivo Rescata la Maestranza, con los procesos de mediación - acción - creación con colectivos y ciudadanos en el Laboratorio Ciudadano El Bordo gracias al que conectamos con la maestría en Gestión Cultural de la Ibero Puebla (coordinada por Alma Cardoso), que derivó en el proyecto Arquitecturas para la Memoria desbordando lo académico y dando como resultado el Módulo de Equipamiento Urbano El Bordo, una parada de transporte público construida por los vecinos para atender una de las tantas necesidades del barrio. Además, vale decir, todos estos proyectos fueron parte de las convocatorias del Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca.
Así se articuló esta cartografía de intensidades, rupturas, multiplicidades y resonancias que son como la vida misma, el título de la novela pachuqueña del escritor Agustin Ramos, con quien también estuvimos en la Casa del Periodismo y las Letras Miguel Ángel Granados Chapa, para hablar sobre su libro La Gran Cruzada, que es una contramemoria de la vida de Pedro Romero de Terreros, el cacique primigenio de la región cuando creó el Monte de Piedad como una jugada para salir bien librado de la huelga que los mineros estallaron en su contra en 1766. El Monte de Piedad es una institución huella del despotismo ilustrado que gobernó esta región y se caracterizaba por frases como: “sabed que nacisteis para callar y obedecer y no para discutir y opinar de los altos asuntos de gobierno”, o “todo para el pueblo sin el pueblo”.
Tres: Seguir produciendo nuevas lecturas de la ciudad
El propósito de este encuentro es seguir co-creando nuevas lecturas sobre Pachuca. Como en meses recientes lo ha hecho el proyecto Sedimentos (coordinado por Montse Quintanar), abriendo conversaciones sobre los jales y encuentros con gente como las integrantes de la Asociación por la Protección de la Tierra y el Bienestar de la Epazoyucan (APTyBE), que enfrentan la amenaza del Proyecto Pachuca de Altos Hornos de México cuya intención es convertir aquel paisaje semidesértico en más jales mineros. O con Jaime Vite, cuya tesis de maestría es un plan de acción para controlar y prevenir los efectos en la salud causados por los desechos mineros. Un problema de salud no reconocido por la costumbre y la opacidad cuyos daños pueden ir desde padecimientos leves como la conjuntivitis y la rinitis hasta el EPOC, distintos tipos de cáncer o afectaciones al cerebro, a los riñones y al hígado. Y según la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, los jales deben estar a cinco kilómetros de las zonas habitacionales. Aquí como sabemos están en todas partes: debajo de las casas y los estadios de fútbol.
Cuatro: La paradoja extractivista
Por otra parte, en México existe una Ley Minera desde hace casi treinta años que otorga a la minería el cargo de “actividad única y preferente”. Durante décadas dicha ley abrió las puertas a corporaciones nacionales y extranjeras que provocaron la contaminación del suelo, de los cuerpos de agua, la deforestación de los montes, además de violencia y desplazamiento forzados de comunidades por grupos delincuenciales que son parte las propias mineras.
En la investigación de Animal Político: Territorios fracturados: así se mira la minería en México, Leticia Merino investigadora de la UNAM, explica como la contribución de la minería a la economía nacional es apenas el 0.66 % de la recaudación fiscal. Y sobre todo, ha demostrado la relación existente entre minería y pobreza extrema, pues: “para la producción de seis onzas de oro, equivalentes a un anillo, se necesitan los mismos litros de agua que una familia utilizaría durante todo un año”. Además, según la organización Cambiemosla Ya, en las mineras sólo el 0.66% de sus trabajadores son formales, los demás están contratados como outsourcing y en la actualidad existen 183 conflictos socio-ambientales relacionados con la industria.
El extractivismo es una paradoja. Viene del pasado y vive en el presente, está en el aire con los metales pesados que respiramos, en los huecos de la tierra, es parte de nuestros smartphones y los datos que generamos con ellos son materia prima de otros procesos de extractivismo que dan brújula al algoritmo. Además, está engarzado con la rapacidad y corrupción inmobiliaria que ha trazado las ciudades mexicanas destrozandolo todo, frente a la “ausente y poco eficiente” política de gestión territorial.
¿De qué manera los macro cráteres del paisaje nos afectan?, ¿cómo aquellos cráteres se proyectan a nivel micro en nuestra vida cotidiana y en nuestras relaciones interpersonales? Este encuentro es una invitación para dibujar los cráteres (como aquel cráter debajo de la Casa Cornish construida por los mineros ingleses en el siglo XIX en San Pedro la Rabia) y paisajes capturados (como los bosques de Omitlán devastados por el ecocidio provocado por la construcción de la nueva carretera federal en el tramo Real del Monte - Huasca). Este encuentro es una invitación al pensamiento crítico, a co-crear cartografías postminera como ésta, a hacer mapas contrahegemónicos frente a los mapas del patrimonio banalizado por la idea del turismo de pueblos y barrios mágicos. Es un intento por co-crear nuevos territorios existenciales.
Referencias:
- Guattari, F. (1990). Las tres ecologías. Pre-textos.
- Navarro, C. (2020, agosto 24). Territorios fracturados: así se mira la minería en México. Animal Político. https://www.animalpolitico.com/2020/08/territorios-fracturados-asi-se-mira-mineria-mexico
- Toro, A. (1932). Los judíos en la Nueva España: Documentos del siglo XVI correspondientes al ramo de Inquisición. Fondo de Cultura Económica.